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A Grey Warden story VII

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portobellodolls's avatar
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Cuando Olive despertó, Zevran ya no estaba allí. La guarda gris se tocó los labios, recordando el cálido beso que había durado tal vez más de lo debido. El recuerdo de otros labios pasó por su cabeza, sustituyendo la excitación por la tristeza. Olive contempló las sábanas vacías y sintió una nausea subiendo por su garganta.
¿Por qué, Alistair?
La guarda gris se vistió rápidamente. La armadura, de cuero negro ligero, se adaptaba perfectamente a su cuerpo, facilitando los movimientos. Un maestro herrero de Denerim la había repujado con dibujos de dragones y guardas grises que decoraban el pecho y la espalda. Olive se ciñó la Hoja Verde y la daga de plata en la cintura y se cubrió con una capa gris de lana. Era la viva imagen de un legendario guarda gris. Duncan habría estado muy orgulloso de ella.
La muchacha abandonó la posada después de dar cuenta de un frugal desayuno y volvió a tomar rumbo hacia el Pico del Soldado. En realidad no estaba muy segura de lo que iba a hacer. En un principio había pensado en instalarse allí para comenzar a restaurar la orden de los guardas grises. Pero aquello la acercaría inevitablemente al rey de Ferelden. ¿Qué hacer entonces? ¿Ir hacia las Marcas Libres? ¿Kirkwall?… ¿Antiva? Dejó que sus pensamientos vagaran por las diferentes opciones hasta bien entrada la mañana; y después se detuvo en un pequeño claro para descansar a su montura y comer algo. Acarició a la yegua con suavidad. Era un animal extraño en Ferelden. Los caballos eran comunes en Orlais, pero los fereldenos parecían odiar todo lo que tuviera que ver con el país vecino. Sin embargo Teagan había sido lo suficientemente curioso como para adquirir un par de aquellos bellos animales.
Teagan…
EL bann Teagan Guerrin era un hombre inteligente y apuesto, aunque varios años mayor que ella. Recordaba haber iniciado un inocente coqueteo con él en Risco Rojo, mucho antes de que su relación con Alistair empezara ni tan siquiera a dibujarse, pero nunca hubiera imaginado que él hubiese pretendido su mano. En cierto modo tenía sentido. Ella había sido una Cousland, él era un Guerrin, hermano de la antigua reina de Ferelden y tío de Cailan. Un enlace entre ambas familias no hubiera sido extraño en otra época. ¿Pero acaso él no sabía de su relación con Alistair? No lo creía. Aquello había sido idea de Eamonn, Teagan jamás hubiese accedido a algo tan bochornoso.
De pronto Olive sintió una punzada en el pecho. Era una sensación que hacía tiempo no sentía, una especie de presentimiento. Detuvo la montura y observó a su alrededor, en tensión. La última vez que había sentido algo parecido la mirada de Alistair le había corroborado sus sospechas. Pero ahora estaba sola. ¿Sola? Contuvo el aliento mientras contemplaba el denso follaje a su alrededor, expectante. La brisa sacudía la copa de los árboles, pero aparte de eso no se apreciaba ningún movimiento. Olive bajó del caballo y se deshizo de la capa. Desenfundó las armas y escudriñó de nuevo la espesura.
Fue entonces cuando el sonido de una flecha de mala factura rompió el anormal silencio. Olive casi no pudo esquivarla y la retorcida flecha golpeó lateralmente el cuero endurecido de la armadura del brazo. El grito de guerra de los hurlock resonó en sus oídos como una pesadilla. La guarda gris apretó los dientes mientras hacía frente a los monstruos. No eran muchos, pero eran fuertes. Olive blandió la espada y desarmó al primer engendro mientras lo remataba con la daga. Apenas tuvo tiempo de esquivar el siguiente ataque. Clavó la daga en el estómago del monstruo y la giró en un movimiento ascendente que buscaba el corazón. De un salto se apartó del siguiente engendro, cuya corrosiva hacha se descargó sobre el cuerpo agonizante de su compañero. Con un giro rápido, la Hoja Verde de Olive le cortó la cabeza. Aún quedaban tres y otra flecha surcó los aires para caer casi encima de la muchacha. El caballo relinchó. Un genlock trataba de sujetar las riendas.
Olive se desembarazó como pudo de otros dos hurlocks mientras trataba de llegar hasta el enloquecido animal. Por suerte, el caballo fue capaz de lanzar al genlock por los aires de una coz. Olive se giró de nuevo para frenar un espadazo que le hizo rechinar los dientes. Otro engendro se le hecho encima, haciéndola tropezar y caer al suelo aún bloqueando la espada del enemigo. El golpe le hizo perder el resuello y, con horror, se dio cuenta de que el maldito monstruo había conseguido herirla en la pierna con una daga. El dolor era intenso. Gruñó mientras forcejeaba por salir de debajo del hurlock, pero la sombra de otro engendro ya se cernía sobre ella. Era el fin. Al final iba a morir como una guarda gris. Era lo justo. Aquel era el trato. Aunque ¿no resultaba vergonzoso morir a manos de una cuadrilla de engendros perdidos que ya ni siquiera seguían a un archidemonio?
Perdida en sus últimos pensamientos Olive tardó unos segundos en percatarse de que los monstruos se habían apartado de ella. Parpadeó, perpleja, observándolos mientras ellos la observaban a ella. Los engendros se apartaron poco a poco, con las cabezas agachadas, como si hubieran recibido una orden muda. La guarda gris no se atrevía a mover un músculo. ¿Qué estaba pasando?
Los monstruos se retiraron y abandonaron el camino, dejando a Olive estupefacta y herida en el suelo. La sangre le brotaba del tajo de la pierna, pero Olive estaba demasiado impresionada para hacer un solo movimiento. ¿Qué demonios estaba pasando?


Alistair no había perdido el tiempo. Aparte de su equipo y de algo de comer, no necesitaba nada que no pudiera conseguir de camino. Había mantenido una agria discusión con Eamonn, que se había tropezado con él en su fallido intento de fuga. El arl casi había perdido los estribos ante la actitud de Alistair, pero el ex-templario se negó a dar más razones que su simple voluntad. No quería que nadie supiera lo del bebé, no al menos hasta que Olive también lo supiera. Al final, Eamonn claudicó, derrotado. Alistair prometió volver únicamente cuando encontrase a Olive y accedió a desposar a otra únicamente sí ella lo desahuciaba primero. Y eso era algo que no pensaba permitir. Se habían terminado los tiempos de seguir a otros y de dudar ante los propios deseos.
El guarda gris y futuro rey de Ferelden abandonó la ciudad de Denerim y se encaminó hacia el norte con paso vivo. Olive había dejado atrás a Dog, así que el mabari no había necesitado estímulo para acompañarlo. El fiel mabari intuía que pasaba algo y sabía que aquel era el camino apropiado para reencontrarse con su dueña. Alistair no había querido avisar a Wynne ni a Leliana, y los demás hacía tiempo que habían abandonado la ciudad, así que había emprendido la marcha acompañado tan solo por el enorme can. El norte había sido la elección lógica: Olive era una guarda gris y, como tal, continuaría los pasos de Duncan hasta las últimas consecuencias. Alistair sabía que Olive iba a actuar así. Y la encontraría. Tal vez en Pico del Soldado, tal vez en Orlais o en los caminos de las profundidades. Allí donde hubiese guardas grises habría una oportunidad de encontrarla. Lo que no tenía tan claro era qué decirle. Lo que había hecho era espantoso. En realidad si ella quería abandonarlo por su debilidad de carácter estaba en su derecho de hacerlo. Se había comportado como un cobarde. No: Como un idiota. Pero no era menos cierto que se sentía inseguro en el papel de rey.
El Rey Bastardo, lo llamaban. El buen Rey Bastardo.
¿Y qué sabía él de gobiernos? Ni siquiera había sido él el que había dado muerte al archidemonio. Y así se había dejado manipular en aras del bien común, pensando que se sacrificaba sólo a sí mismo. Estaba harto. ¿Querían un rey? Lo iban a tener.
Pero primero necesitaba encontrar a Olive. Y no la dejaría irse de nuevo. Vaya que no.


Olive se recostó contra un árbol, desanimada. A pesar del torniquete y del ungüento desinfectante, la herida seguía sangrando profusamente. Wynne hubiera arreglado aquello en un instante. Incluso los brebajes de Leliana le hubiesen venido bien. Pero estaba sola, y aquella no era su especialidad. Suspiró. Seguía sin entender qué había ocurrido, ni por qué los engendros se habían simplemente apartado de su camino.
- Por fin te encuentro -Olive se giró tan rápido que apenas pudo reprimir un grito de dolor. El elfo la observó con expresión crítica-. Déjame ver esa herida.
Olive apretó los dientes mientras Zevran manipulaba el vendaje improvisado. El elfo observó la herida con expresión crítica y después sacó un potingue de uno de sus sacos, que comenzó a aplicar en la herida. Olive cerró los ojos con fuerza y casi gruñó tratando de soportar aquello.
- Lo sé -dijo Zevran-. Duele. Pero ese corte tenía muy mala pinta. Necesitamos agua caliente y,  a ser posible, un mago. Puedo ayudarte un poco, pero las heridas de engendro…
- ¿Cómo sabes que ha sido un engendro? -Preguntó Olive, intrigada.
- El corte. Los filos de sus armas son irregulares, no producen cortes limpios -explicó Zevran. El elfo terminó de aplicar el ungüento y vendó la herida con un trozo de tela que arrancó de su propia capa-. Y además la ponzoña puede contagiarte la plaga. Eso es lo más peligroso.
Olive dejó escapar una risa amarga.
- Bien, por eso no te preocupes. Hace tiempo que dejó de afectarme la dichosa plaga.
Zevran soltó una risotada grave.
- A veces se me olvida que eres una guarda gris.
- Ya…
Olive trató de levantarse y Zevran se apresuró a ayudarla. Al final el caballo había conseguido librarse de los engendros con bastante elegancia y esperaba pastando tranquilamente en un claro de la espesura. Apoyada en Zevran, Olive cojeó hasta la montura. Zevran la ayudó a subir con cuidado y luego montó detrás de la muchacha con agilidad. Olive se tensó, sintiendo el cuerpo del elfo pegado a ella, pero no protestó. Difícilmente podría controlar al caballo con la pierna en aquel estado. Zevran espoleó la montura y pronto dejaron atrás el lugar del ataque.
Olive cabalgaba en silencio, turbada por la cercanía del elfo. Él la había obligado a casi recostarse contra su pecho mientras él cogía las riendas, pero la guarda gris no podía evitar sentir que estaba haciendo algo malo. Se decía a sí misma que él solo la estaba ayudando, que estaba herida y que no llegaría sola a ningún lado. Pero lo cierto era que la situación parecía más íntima que desesperada.
- ¿Me estabas siguiendo? -La guarda gris esperó la respuesta mordiéndose los labios.
El elfo meditó sus palabras unos segundos.
- Te estaba siguiendo.
De nuevo guardaron silencio.
- ¿Por qué?
Zevran dejó escapar una risa divertida.
- Quería saber a dónde ibas.
Olive lo miró de reojo y él arqueó una ceja en respuesta a su mirada.
- ¿Para qué querrías saber algo así?
- Ahhh -Zevran parecía divertirse con la situación. Estrechó más su abrazo y aproximó la boca al oído de la joven guarda-. No voy a perderte de vista, Olive.
El susurro hizo que Olive se estremeciera, pero no podía evitar la sensación de amenaza. A fin de cuentas, el elfo ya la había traicionado una vez.
- Tenía pensado entrar en los caminos de las profundidades -dijo de forma casual.
Zevran volvió a reír.
- Entonces te seguiré.
Olive rompió a reír.
- Claro, Zev… Pero espero que llegues un poco más pronto que esta vez.
- Te las has apañado bien sola, mi amor. No me necesitas.
Olive no contestó. Había recordado el extraño encuentro con los engendros. Y después de aquello apenas pudo concentrarse en nada. Poco a poco la cadencia del caballo la fue adormilando y, pese a su reticencia, acabó relajándose entre los brazos del elfo. Zevran pasó la mano alrededor de la cintura de la muchacha y dejó que ella dormitara sobre su pecho.

(Continuará)
Séptimo capítulo de la historia...

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7 (¡leyendo!)
Capítulo 8
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Comments11
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Neith1985's avatar
jajajaja me huelo algo no quiero desvelarlo aqui por si los otros lectores no se han dado cuenta....... pero si va por donde yo pienso te felicito es un buen giro de la historia