A Grey Warden story

El fuego crepitaba en la chimenea en el confortable palacio del Earl Eamon. Aquella era la única luz que iluminaba la estancia, oscurecida por las sombras de la noche y de la Ruina que se acercaba. Olive se rodeó las rodillas con las manos, tratando de hacerse un ovillo sobre la cama. Estaba aterida de frío a pesar de las llamas, y ni los mullidos edredones ni las sábanas de seda le aportaban ningún alivio. No quería llorar. Era una guarda gris, no podía llorar. Los guardias grises enfrentaban su destino, sabían que su vida termina de forma brutal, igual que empieza. ¿Por qué demonios tuvo que enamorarse? ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que aceptar...
Apretó la tela de la sábana con fuerza, hasta que la sangre pareció huir de sus manos. No podía soportarlo. Sintió deseos de saltar de la cama, entrar en el cuarto de Morrigan y matarla con sus propias manos. Sentía tanto odio hacia aquella bruja que apenas podía pensar en el Archidemonio. ¿Por qué había accedido a aquello...?
Alistair. Ella lo había enviado con la bruja. Le había costado convencerlo, pero al final había aceptado. Había aceptado tirarse a aquella ramera para engendrar un hijo en su maldito vientre de hechicera.
Olive se acarició el vientre, y unas pesadas lágrimas cayeron por su rostro recorriendo el surco que ya habían recorrido otras. Ella nunca tendría a los hijos de Alistair en su vientre. La ponzoña de engendro lo impediría para siempre. Nunca sería una mujer completa, nunca podría darle una familia. Pero él tendría un hijo con la bruja...
¿Por qué lo había permitido...? Porque lo amaba. Alistair nunca habría permitido que ella se sacrificase por él, habría tratado por todos los medios de dar el golpe final, de eliminar al Archidemonio con su propia alma. Todo por salvarla a ella. Y Olive sabía que no soportaría verlo morir. Y aunque lograse convencerlo para dejarla terminar con el monstruo, existía la posibilidad de que fallase en el último momento. Él moriría de todas formas. Pero en ese momento la muerte no le parecía tan mala opción...
"Egoísta..."
La guarda gris trató de limpiarse las lágrimas con rabia, pero otras aparecieron para ocupar su lugar. ¿Qué estarían haciendo? ¿Disfrutaría él con la bruja? ¿Se acordaría de ella? Habían perdido la virginidad juntos durante aquel viaje apresurado hacia la muerte. Pero ahora Morrigan siempre estaría entre ellos. La sarcástica Morrigan, con su bello rostro y su cuerpo perfecto. Todos los hombres del grupo la habían mirado con admiración, estaba segura de ello. Incluso Alistair, que no soportaba su carácter cínico y cruel. Y sin embargo ahora estaba con ella, acariciándola, entregándole lo más íntimo de su persona.
-¡Basta! -Olive se agarró la cabeza con las manos, tratando de refrenar sus pensamientos. Se estaba volviendo loca. Intentó dejar la mente en blanco, tal y como le había enseñado Wynne, pero la imagen de Morrigan desnuda en brazos de Alistair no dejaba de atormentarla. Ahogó un sollozo y volvió a frotarse la cara con las manos, tratando de parar el torrente de lágrimas.
En ese momento los goznes de la puerta chirriaron, y la sombra de un hombre se recortó contra la claridad del pasillo. Olive no alzó la cabeza para mirarlo y continuó hecha un ovillo bajo las mantas. No quería verlo, no quería ver el calor del sexo en su rostro.
Olive gimió levemente cuando él apartó las mantas para obligarla a incorporarse. Intentó resistirse, empujando el pecho de él, pero Alistair le sujetó la mano y la obligó a recostarse contra él. El guarda gris parecía helado al tacto. Tenía la ropa húmeda y el pelo rubio chorreaba agua.
-Estás empapado -dijo Olive, mientras lo contemplaba desconcertada.
- He ido hasta el río -contestó él. Alistair intentó limpiar el rostro de Olive, aún cubierto de lágrimas.
- Es peligroso -Olive se incorporó y lo miró de frente con el ceño fruncido. Había engendros tenebrosos cerca del castillo, no era seguro aventurarse en la noche solo y sin avisar-. Podrían haberte atacado, podrían...
- Chisssst -Alistair cubrió la boca de la muchacha con el dedo índice y sacudió la cabeza en un gesto negativo-. Necesitaba limpiarme, Olive... Necesitaba quitarme esa peste... Quería volver a ser digno de ti.
Olive se puso de rodillas sobre la cama y sujetó el rostro de Alistair con las manos. Ambos se miraron a los ojos durante un instante que pareció eterno.
- Nunca has dejado de serlo, Alistair -la muchacha depositó un beso tímido sobre la boca del templario. No estaba segura de si él la rechazaría ahora que había probado otros labios, pero él no se apartó. Apoyó la frente sobre la frente de Olive y cerró los ojos.
- Perdóname, Olive -la guarda gris nunca había visto al ex-templario tan abatido. En ella aún bullían los celos, las preguntas... Resistió la tentación de interrogarlo solo para hacerse daño a sí misma. Morrigan ya tenía lo que quería. Y Alistair no volvería a ser suyo. Nunca más.
Olive sujetó la cabeza del templario contra su pecho y cubrió aquel cabello corto y mojado de besos. Alistair la abrazó con fuerza y se dejó acunar, tratando de olvidar lo que había hecho. Nunca el amor había sido tan doloroso como en aquel momento...